En esa hora maldita

En esa hora maldita

jueves, 12 de febrero de 2015

Dos almas

Carlos cogió mecanicamente su taza de café y bebió un sorbo, mientras miraba la pantalla. No podía, no sabía o no quería identificar la sensación que sentía cada vez que miraba aquellos ojos. Era absurdo. No la conocía de nada, ni tan solo la había visto nunca en persona. Eran dos extraños que no sabían nada el uno del otro más allá de lo que facebook dejara adivinar. Sin embargo Carlos no podía dejar de mirarla. Aquellos ojos negros le sugerían mil preguntas, mil misterios que necesitaba descubrir. Eran profundos, inmensos y limpios. Poseían un puntito de amargura que no conseguía empañar la bondad que irradiaban. Carlos se dejó hipnotizar por aquellos ojos. Los imaginó delante de él, mirándole a él. Volvió a tomar  otro sorbo de café y se sintió un privilegidado. Todo el mundo veía aquellos ojos pero ¿cuanta gente los miraba? ¿Cuantos eran capaces de asomarse al precipicio que aquella mirada tenía tras de sí?. Él  sí, él los miraba.
Se fijó también en la  expresión dulce y delicada de su carita de ángel.. No había ni una arruga en su rostro, el tiempo la había tratado bien. Todas las fotos mostraban una sonrisa sencillamente deliciosa. Carlos dudaba de si sería una sonrisa preparada para las fotos o realmente aquella chica era así de radiante sin más.
El tercer sorbo de café llegó a sus labios.
-Mal- se dijo Carlos -Si ha llegado al tercer sorbo de la taza, es que algo le ves.
Se obligó a mirar cualquier otra cosa, abrió twitter y curioseó sin mucho interés los aburridos tuits de los temas de siempre, a saber, política, programas de televisión, y más política. Siete segundos tardó en  volver a estar mirando su foto. Carlos suspiró y se dijo:
"-Bueno, está bien. Es cierto que no nos conocemos de nada que no sea cruzarnos algún mensaje en los muros de facebook, pero en esta época que vivimos eso debe contar como si años atrás nos hubiéramos encontrado en un bar y hubiéramos empezado a hablar con cualquier excusa banal, así que...".
Abrió el chat: -Hola, ya se que igual me meto donde no me llaman pero...
-¡Hola!- Interrumpió ella, empezando una conversación prudente pero cercana.
Carlos sentía que le brillaban los ojos. Tal vez no pasarían de unos comentarios por chat, de una empatía propiciada por la proximidad virtual que internet facilitaba.  Igual  no envejecerían juntos ni comerían perdices ni se regalarían besos por San Valentín ni todas esas cosas. Daba igual. Lo único que le importaba  en ese momento es que el "¡Hola!" de aquellos ojos negros, de aquella mirada arrebatadora, estaba allí, en su pantalla. Aquella mujer, con su sonrisa y su saludo , había vencido por k.o. a su soledad.
Carlos sonrió y bebió otro sorbo de café. Mirando la pantalla susurró: "Muchas gracias Lady Sonrisa".
Al otro lado de la pantalla, una chica intrigada y divertida no podía dejar de preguntarse quien demonios sería ese Carlos y como podía tener esa facilidad para arrancarle mil risas. Mientras escribía en el chat no pudo evitar pensar en voz alta: "Muchas gracias por hacerme reir, señor Carlos, lo necesitaba".
Dos almas llenas de cicatrices se acababan de encontrar.
Dos almas desearon no separarse nunca más.


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