En esa hora maldita

En esa hora maldita

miércoles, 9 de mayo de 2018

Piratas errantes

Me senté en la cubierta de mi pequeño velero y observé que el mar no se llena del agua de los ríos, sino de las saladas lágrimas sin dueño que escapan de cada una de de las tristezas que habitan los cuerpos, de los sudores fríos de las almas sin amor que surcan los mares infinitos de las oscuras y solitarias madrugadas. Observé mil barcos relucientes que avanzaban a favor del viento con las velas henchidas de conformidad, todos en grupo, reafirmando su rumbo, quien sabe si errado o certero, los unos con los otros con la seguridad que da el cobijo y la aprobación de sus iguales. Tentado estuve a veces de seguir el fácil camino de su estela pero cada vez que pude  alcanzarlos sentí la necesidad irrefrenable de dar un golpe de timón y dejarme guiar por vientos mas sutiles que iban en otra dirección. Costó asumir el desgaste de navegar en solitario, mas subiendo a la cofa descubrí que toda una flota poniéndose al pairo de una ola embravecida podía, con pasmosa facilidad, acabar hundiéndose en ella. Aunque vaya toda una escuadra en formación, el mar de la vida hunde los barcos uno a uno, precipitándolos hacia el fondo, allá donde la luz no se atreve a llegar. Mi barco siempre fue mas de poner proa desafiante a la ola mas alta que el océano pudiera enviarme y nunca quise guiarme por más norte que el que mi brújula indicara, mi rumbo, para bien o para mal, siempre fue solo mio. Tal vez de ese modo nunca llegaré a puerto, pero aún sigo a flote para desafiar una ola más. Suficiente para quién nunca supo navegar siguiendo cartas trazadas por otras manos. No negaré que a veces echo de menos el amable siseo de las aguas que dulcemente acarician las playas donde los corazones encuentran el merecido descanso tras su larga travesía; es difíciles momentos en los que largo todas la velas y vuelvo mar adentro, allá donde solo los peces voladores sean testigos, que no jueces, de mi extraña manera de buscar el baúl  de un tesoro vacío de oro pero lleno de cosas preciosas que no sean frías piedras. Así somos algunos piratas, empeñados en arañar el casco del barco en el que navegas tú, tesoro, aún con el viento en nuestra contra y sin el ruido que otros vomitan con sus brillantes cañones. Difícil empresa, tal vez imposible... Habrá que largar las velas una vez mas y ver si los vientos son propicios. Larga vida a los piratas errantes.

2 comentarios:

  1. Hola Eduardo, lo importante es ser uno mismo y hacer lo que nos guste y no lo que dicen otros, no ir como ganado a donde manden otros, sino ir y hacer lo que nosotros podamos y disfrutar de esos momentos aunque sea ir a contracorriente.
    Me ha gustado mucho tu relato sobre todo tu reflexión de como se llena el mar, seguro que es así.
    Si no te molesta te sigo.

    Besos.

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